Hay muchas evidencias epidemiológicas de que el consumo excesivo de nutrientes asociado a una escasa actividad física conduce a la presencia de obesidad. «El objetivo deseable está plasmado en el refrán castellano: Menos plato y más zapato. Como decía Francisco Grande Covián, fundador y primer presidente de la Sociedad Española de Nutrición, se puede comer de todo pero en plato de postre», ha afirmado Íngel Gil Hernández, catedrático del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada, que ha coordinado la segunda edición del Tratado de Nutrición, de Panamericana.
Tras esta recomendación, el coordinador de la obra ha indicado que en los tomos I, II y IV se tratan con detalle los aspectos más importantes de la Nutrigenómica. «Hoy conocemos que determinados componentes de los alimentos modulan la expresión de los genes. Estos se traducen en proteínas, que son las que tienen la actividad metabólica». Otro de los temas novedosos repasados en este libro es el de la Nutriepigenética: «Nuestro fenotipo no sólo depende de la secuencia de bases del genoma humano sino que nuestras bases están modificadas, de hecho están metiladas, y ese patrón de metilación varía con el ambiente. De manera que no sólo somos lo que son nuestros progenitores sino que algunos genes van modificándose a través de la interacción con el medio ambiente. Los patrones de metilación también afectan a la susceptibilidad a las enfermedades y a un mejor tratamiento o prevención de patologías con nutrientes u otros componentes de los alimentos».
Según Gil Hernández, «aún estamos en la punta de un iceberg pero, en el futuro, el conocimiento profundo de estas variantes genéticas no va a hacer que le digamos a un individuo lo que tiene que comer pero sí podremos orientar en la nutrición a determinados grupos de población que comparten ciertas características».
El capítulo sobre la nutrición en las alergias e intolerancias alimentarias también ocupa su lugar en el tomo IV. «Allí se dan las directrices tanto de la prevención como del tratamiento. En concreto, se habla del uso de hidrolizados proteicos para el tratamiento».
En esta nueva edición se han dedicado algunas páginas al metabolismo del alcohol. «Realmente el alcohol forma parte de algunos alimentos y consumido en pequeñas cantidades aporta energía -por cada gramo de alcohol se obtienen siete kilocalorías-. Sin embargo, su consumo tiene luces y sombras, ya que el exceso se asocia a enfermedades graves, aumentando el riesgo de enfermedad cardiovascular, hepática, cirrosis hepática o hepatocarcinoma. No hay que olvidar que también altera el metabolismo de los fármacos. En el otro lado de la balanza está el hecho de que el consumo muy moderado produce beneficios (el vino y sus polifenoles ejercen efectos cardiosaludables). Es más, se incluye en la dieta mediterránea».
Y hablando de la dieta mediterránea… ¿Ha pasado de moda? «El patrón típico de dieta mediterránea, que consiste en el consumo elevado de fibra y pescado y moderado de aceite de oliva virgen, sigue siendo saludable y cada vez hay más información científica disponible. No es que esté pasando el furor, lo que sucede es que hay muchas poblaciones que se están apartando de la dieta mediterránea clásica y eso tiene unos condicionantes negativos muy importantes. Por tanto, hay que reivindicar ese furor».
Gil Hernández ha denunciado que se está pasando a dietas con un consumo de energía más elevado de lo que realmente es necesario. Un individuo no requiere más de 0,8 ó 1 gramo de proteínas por kilogramo al día. Además, ha disminuido el consumo de fibra porque se utilizan productos más refinados. Por ejemplo, el consumo de pan está disminuyendo e incluso en algunos casos se ha abandonado por completo. «Es una barbaridad desde el punto de vista nutricional. Se están generando así desequilibrios dietéticos derivados de una ingesta de alimentos excesiva y una distribución inadecuada. Hay muchas dietas muy peligrosas. Es el caso de la disociada, la del plátano, la de la piña». Estas dietas inadecuadas se recogen en el capítulo Errores y mitos de la alimentación.
En el capítulo sobre alimentos transgénicos, uno de los objetivos de Gil Hernández y Daniel Ramón Vidal es que el lector comprenda el concepto de ADN recombinante y las técnicas moleculares usadas en la ingeniería genética. Un clon es una población de moléculas, bacterias, células o individuos idénticos que derivan de un ancestro común. El clonado molecular permite producir un gran número de moléculas idénticas de ADN. Esta técnica se basa en la posibilidad de construir moléculas de ADN híbrido o moléculas quiméricas usando vectores de clonado (plásmidos, fagos, cósmidos o cromosomas artificiales), que se pueden replicar de forma autónoma en una célula hospedadora utilizando sus propios sistemas de control.
«El metabolismo cambia a lo largo de la vida». Con esta frase Íngel Gil Hernández, al que se le ha confiado la dirección del Congreso Mundial de Nutrición de la Unión Internacional de Ciencias de la Nutrición -que se celebrará en Granada en 2013-, ha desterrado la idea de que las oscilaciones en el metabolismo de un mismo individuo sean un mito. «Las hormonas son las responsables de estos cambios. Cada persona tiene unos requerimientos alimentarios diferentes debido a su carga genética pero estas necesidades también dependen del momento vital en el que se halle». Por otro lado, la última parte del tomo III está dedicada a la nutrición en la salud pública y en el entorno comunitario. En este sentido, Gil Hernández ha comentado que «lo primero que hace falta es educación nutricional, que tiene que comenzar en la escuela. Para educar, el profesor ha de contar con una serie de conocimientos. Los estados, gobiernos nacionales y regionales tienen que considerar que la educación nutricional es parte de las materias básicas que hay que impartir en la escuela. Hay guías y pirámides alimentarias creadas con este fin: incluso jugando existen alternativas. A los más pequeños hay que transmitirles que en realidad no hay alimentos malos y que estos no sólo sirven para nutrir, sino que hay que valorar el placer que aportan».