Los adolescentes anoréxicos pueden beneficiarse del tratamiento para toda la familia
«La terapia familiar ha formado parte del conjunto de tratamientos para la anorexia nerviosa durante casi 40 años, pero esta forma específica ha evolucionado como tratamiento eficaz probablemente durante los últimos diez años», apuntó el Dr. James Lock, autor principal de un estudio que aparece en la edición de octubre de Archives of General Psychiatry. «Sin embargo, éste es el primer estudio que compara realmente este tratamiento con un tratamiento activo».
La anorexia nerviosa, un trastorno de la alimentación que es más común entre las chicas adolescentes, puede afectar el crecimiento, retrasar la pubertad y reducir la masa ósea máxima. Casi el 6 por ciento de las personas anoréxicas muere por insuficiencia cardiaca o a causa del suicidio cada década, escriben los autores.
«El tratamiento familiar se ofrece en centros especializados, pero no está disponible generalmente en la mayoría de las comunidades», señaló Lock, profesor de psiquiatría y ciencias del comportamiento de la Facultad de medicina de la Universidad de Stanford. «Este sería un argumento para mejorar [su] disponibilidad y capacitar a la gente para que puedan llevarla a cabo».
El modelo de terapia familiar usado en este ensayo involucra a la familia en el tratamiento en lugar de simplemente culpar a los padres por el trastorno.
«La tradición en gran parte de la salud mental moderna ha consistido en culpar o responsabilizar a los padres de algún modo, y que para el tratamiento había que separar al paciente de la unidad familiar que lo causaba», señaló el Dr. Richard E. Kreipe, director médico del Programa de Trastornos Alimenticios para Niños y Adolescentes del Hospital Infantil Golisano del Centro Médico de la Universidad de Rochester.
Pero los profesionales se están alejando de ese modelo.
«La idea aquí es que el trastorno es incapacitante y confuso tanto para el paciente como para su familia, y que la familia realmente necesita aprender cómo ayudar a resolver directamente el problema alimenticio y de exceso de ejercicio de su hijo, y encontrar soluciones en casa», explicó Lock, que también es director de psiquiatría del Programa Integral de Trastornos Alimenticios de Hospital Infantil Lucile Packard de la Universidad de Stanford.
«Se centra en el comportamiento. En el proceso. Plantea absolutamente que las familias, hasta donde sabemos, no son la causa», señaló Lock.
La terapia familiar explorada en este estudio se centró en los padres que ayudaban de manera activa a sus hijos a aprender a comer y aumentar de peso, y luego daba más autonomía a los pacientes a medida que mejoraba su funcionamiento.
Aquí, 121 adolescentes, en su mayoría chicas, se asignaron de manera aleatoria para recibir una terapia familiar o individual. Sus edades oscilaban entre los 12 y 18 años.
Ambos grupos recibieron 24 horas de tratamiento profesional a lo largo de un año. Los seguimientos se programaron a los seis y doce meses después de finalizar el tratamiento.
Al terminar el tratamiento, ambos grupos tuvieron las mismas tasas de remisión completa, que se definió como alcanzar un peso normal o casi normal y mostrar un número medio de síntomas.
Pero se empezaron a notar diferencias a los seis y doce meses.
A los seis meses, el 40 por ciento de los que seguían el tratamiento familiar habían logrado la remisión completa, en comparación con el 18 por ciento de los que recibían la terapia individual. Al año, las cifras fueron de 49 y 23 por ciento, respectivamente.
«La anorexia nerviosa es muy difícil de tratar, pero lo importante es que los datos son cada vez más claros en cuanto a que los resultados a largo plazo, sobre todo si los pacientes inician el tratamiento en una etapa temprana, son muy positivos», apuntó Kreipe, que también es director médico del Centro de Atención Integral para Trastornos Alimenticios del Oeste de Nueva York y ex presidente de la Society of Adolescent Health & Medicine.
«Lograríamos mejores resultados si definiéramos la anorexia como una enfermedad del desarrollo y no como una enfermedad mental», agregó Kreipe. «Tiene que ver con ser adolescente, [y] con problemas de autonomía, control y control físico mientras se pasa por la pubertad. Sí, tiene un elemento mental, pero también un elemento biológico y uno psicológico».
Fuente: HealthDay